14.08.2005 | Clarín.com | Suplemento Especial
DOS RUTAS CON HISTORIA
La leyenda de la 40 y la Panamericana
Escenarios de aventuras inolvidables, una vincula el norte del país con la Patagonia y la otra enlaza el continente americano.
DOS RUTAS CON HISTORIA
La leyenda de la 40 y la Panamericana
Escenarios de aventuras inolvidables, una vincula el norte del país con la Patagonia y la otra enlaza el continente americano.
De Patagonia al Polo Norte, con escalas
La idea de extender una vía terrestre que uniera el sur del continente con el extremo más lejano de América del Norte fue manifestada por primera vez en el marco de la Conferencia Panamericana de 1889-90, celebrada en Washington. Según el proyecto original, la Carretera Panamericana debía enlazar todas las capitales del continente americano, desde Buenos Aires hasta Juneau, en Alaska. Un trazado de22.400 kilómetros que cruzaría varias veces
desde la costa atlántica hasta el borde del Pacífico.
La propuesta fue adoptada por el Congreso Panamericano de Carreteras, que la Organización de Estados Americanos (OEA) organizó en Buenos Aires 36 años más tarde. Un sueño ambicioso, que apuntaba a achicar la brecha entre el norte industrializado y el sur en vías de desarrollo, y empezaría a tomar forma en 1931.
De a poco, los múltiples matices de las culturas latinoamericana y anglosajona empezaron a vincularse gracias a la ruta intercontinental. Pero, si bien los sucesivos congresos mejoraron las trazas de las rutas más convenientes y los países fueron concluyendo las obras de sus tramos nacionales, faltaba completarse un eslabón clave: un tramo de310 kilómetros desde
el norte de Colombia hasta el istmo de Panamá, conocido en la región como
"Tapón de Darién". Algo avanzaron estos dos países separados por la
historia a principios del siglo XX, pero todavía no consiguen ponerse de
acuerdo para completar la construcción de los últimos 108 kilómetros .
Panamá esgrime una razón de peso: Darién fue declarado "Patrimonio Mundial
de la Humanidad" y "Reserva Mundial de Biosfera" y la obra
podría causar un impacto negativo a la biodiversidad.
En la Argentina, la naciente Ruta 9 Panamericana empezó a desarrollarse aceleradamente en los años ''40. Muy rápido, se transformó en una moderna salida pavimentada desde Buenos Aires hasta Jesús María (Córdoba), entre Loreto y las Termas de Río Hondo (Santiago del Estero) y en el tramo que va de Cabeza de Buey hasta Salta capital.
A tal punto llamó la atención de los adeptos a los largos viajes en busca de bellezas naturales poco exploradas, que dio lugar a la creación de la gran "Diagonal Buenos Aires-Lima", un espectacular recorrido de4.843 km
ida y vuelta por innumerables sitios de interés cultural, paisajístico,
arqueológico y arquitectónico.
Los que se animaban a la travesía preferían salir de la Argentina por La Quiaca, subir por Sucre, Oruro y La Paz, en Bolivia, y en Perú alcanzar Puno, Cuzco (la antesala de Machu Picchu), Ayacucho y el cerro de Pasco. El regreso se hacía por Lima y el norte de Chile. Una buena parte del sueño intercontinental se cumplía con esfuerzo.
Desde la Puna hasta la Patagonia
La 40, la ruta más larga del país, recién dice basta a pocos pasos de Abra Pampa, Jujuy. Su recorrido sinuoso de4.470 km bordea la ladera
oriental de la Cordillera de los Andes y trepa hasta 5 mil metros en Acay
(Salta), para erigirse en el camino para autos más alto del mundo. Despega del
Cabo Vírgenes (al sudeste de Santa Cruz) y antes de alcanzar la Puna atraviesa
una larga secuencia de paisajes soñados, todos los climas, 20 reservas
naturales y parques nacionales, 18 ríos, 263 puentes, 13 lagos y salares, 27
pasos cordilleranos, 11 provincias y 123 pueblos y ciudades.
Tanta diversidad a los costados de este camino que alterna pavimento, ripio y tierra en partes iguales propone una travesía llena de magia. En 1945 ya estaba trazada (fue inaugurada diez años antes) y era escenario de viajes inolvidables que realizaban intrépidos aventureros. Todavía hoy recorrer la ruta 40 de punta a punta sugiere una epopeya.
En la década del ''50, los carteles que indicaban "RN 40" frecuentemente eran cubiertos por el polvo que levantaban los autos de Turismo Carretera y los coches estándar, durante los grandes premios organizados por el Automóvil Club. El público que se apiñaba sobre las banquinas improvisadas literalmente "tragaba tierra" al paso de sus ídolos. En virtud de la desmesurada extensión de "La cuarenta", la Dirección Nacional de Vialidad decidió desdoblar la ruta en dos tramos (Norte y Sur) y establecer un mojón cero común en la ciudad de Mendoza. Por eso, los mendocinos reconocen la céntrica esquina de San Martín y Garibaldi como "Kilómetro 0".
El mayor encanto radica en la ubicación cercana (no necesariamente visible desde el camino) de muchas singularidades, bellezas naturales y misterios a los que conduce esta ruta envuelta en profundos silencios. De sur a norte, una antojadiza selección de esos sitios imperdibles debería tener muy en cuenta el Cañadón del río Pinturas —cerca de Perito Moreno, Santa Cruz, donde la Cueva de las Manos conserva aleros con pictografías milenarias—, los embalses del río Limay (El Chocón, Piedra del Aguila y Alicura), el Valle de la Luna (en San Juan), el Parque Nacional Talampaya (La Rioja), las ruinas de los indios quilmes (Amaicha del Valle, Tucumán) y la luminosa planicie blanca de las Salinas Grandes, en Jujuy.
El itinerario también se pierde en parajes ignotos. Pero siempre retoma el rumbo y vuelve a juguetear con la Cordillera.
Cristian Sirouyan
csirouyan@clarin.com
http://www.clarin.com/suplementos/especiales2/2005/08/14/l-1032456.htm
La idea de extender una vía terrestre que uniera el sur del continente con el extremo más lejano de América del Norte fue manifestada por primera vez en el marco de la Conferencia Panamericana de 1889-90, celebrada en Washington. Según el proyecto original, la Carretera Panamericana debía enlazar todas las capitales del continente americano, desde Buenos Aires hasta Juneau, en Alaska. Un trazado de
La propuesta fue adoptada por el Congreso Panamericano de Carreteras, que la Organización de Estados Americanos (OEA) organizó en Buenos Aires 36 años más tarde. Un sueño ambicioso, que apuntaba a achicar la brecha entre el norte industrializado y el sur en vías de desarrollo, y empezaría a tomar forma en 1931.
De a poco, los múltiples matices de las culturas latinoamericana y anglosajona empezaron a vincularse gracias a la ruta intercontinental. Pero, si bien los sucesivos congresos mejoraron las trazas de las rutas más convenientes y los países fueron concluyendo las obras de sus tramos nacionales, faltaba completarse un eslabón clave: un tramo de
En la Argentina, la naciente Ruta 9 Panamericana empezó a desarrollarse aceleradamente en los años ''40. Muy rápido, se transformó en una moderna salida pavimentada desde Buenos Aires hasta Jesús María (Córdoba), entre Loreto y las Termas de Río Hondo (Santiago del Estero) y en el tramo que va de Cabeza de Buey hasta Salta capital.
A tal punto llamó la atención de los adeptos a los largos viajes en busca de bellezas naturales poco exploradas, que dio lugar a la creación de la gran "Diagonal Buenos Aires-Lima", un espectacular recorrido de
Los que se animaban a la travesía preferían salir de la Argentina por La Quiaca, subir por Sucre, Oruro y La Paz, en Bolivia, y en Perú alcanzar Puno, Cuzco (la antesala de Machu Picchu), Ayacucho y el cerro de Pasco. El regreso se hacía por Lima y el norte de Chile. Una buena parte del sueño intercontinental se cumplía con esfuerzo.
Desde la Puna hasta la Patagonia
La 40, la ruta más larga del país, recién dice basta a pocos pasos de Abra Pampa, Jujuy. Su recorrido sinuoso de
Tanta diversidad a los costados de este camino que alterna pavimento, ripio y tierra en partes iguales propone una travesía llena de magia. En 1945 ya estaba trazada (fue inaugurada diez años antes) y era escenario de viajes inolvidables que realizaban intrépidos aventureros. Todavía hoy recorrer la ruta 40 de punta a punta sugiere una epopeya.
En la década del ''50, los carteles que indicaban "RN 40" frecuentemente eran cubiertos por el polvo que levantaban los autos de Turismo Carretera y los coches estándar, durante los grandes premios organizados por el Automóvil Club. El público que se apiñaba sobre las banquinas improvisadas literalmente "tragaba tierra" al paso de sus ídolos. En virtud de la desmesurada extensión de "La cuarenta", la Dirección Nacional de Vialidad decidió desdoblar la ruta en dos tramos (Norte y Sur) y establecer un mojón cero común en la ciudad de Mendoza. Por eso, los mendocinos reconocen la céntrica esquina de San Martín y Garibaldi como "Kilómetro 0".
El mayor encanto radica en la ubicación cercana (no necesariamente visible desde el camino) de muchas singularidades, bellezas naturales y misterios a los que conduce esta ruta envuelta en profundos silencios. De sur a norte, una antojadiza selección de esos sitios imperdibles debería tener muy en cuenta el Cañadón del río Pinturas —cerca de Perito Moreno, Santa Cruz, donde la Cueva de las Manos conserva aleros con pictografías milenarias—, los embalses del río Limay (El Chocón, Piedra del Aguila y Alicura), el Valle de la Luna (en San Juan), el Parque Nacional Talampaya (La Rioja), las ruinas de los indios quilmes (Amaicha del Valle, Tucumán) y la luminosa planicie blanca de las Salinas Grandes, en Jujuy.
El itinerario también se pierde en parajes ignotos. Pero siempre retoma el rumbo y vuelve a juguetear con la Cordillera.
Cristian Sirouyan
csirouyan@clarin.com
http://www.clarin.com/suplementos/especiales2/2005/08/14/l-1032456.htm
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